REFLEXIÓN MIGRANTE I
“¿Cómo es posible que a ellos les den papeles tan fácil si a mí me han costado tanto?”, se quejaba la caraqueña desde su casa en Chapultepec sobre el Plan “Estás en Casa” para la caravana de centroamericanos. Mientras, en el Estado de México, una ingeniera postea en Facebook, como cualquier otro meme, que mucha preocupación tiene Peña Nieto por los migrantes a pie, pero “¿Dónde están los trabajos y viviendas para los mexicanos en miseria?”. Y en ese minuto, activistas y periodistas repudian las deportaciones inhumanas a descendientes aztecas, arrestos arbitrarios en EEUU y la amenaza de Trump por levantar un muro antiinmigrante.
En el aeropuerto de Barajas, una ciudadana nicaragüense reclama haber sido denegado su embarque a un vuelo a Lima por no tener visa, aunque le acompañaba su esposo de nacionalidad peruana. Se siente impotente y tratada como ser humano de segunda, a pesar del amable trato de la azafata y la explicación con detalle de lo que ocurría. Había logrado su residencia en España e iba de turismo a la tierra de su conyugue. Pero no bastaba. Le estaban recordando haber nacido en un país con la décimo novena economía de Latinoamérica. Al final las visas no son más que eso; tratados para excluir a los que tienen menos. Derrotada y molesta, antes de irse fustiga a la agente con acento caraqueño que no le permite abordar: “Ah pero los venezolanos si pueden entrar a todos lados, aquí y allá, menos mal que le están quitando la visa en todos lados poco a poco”.
En Madrid, una residente de origen colombiano que espera su nacionalización, repudia la actividad ilegal de los “manteros”. Acota con aire elitista: “No deberían dejarlos entrar a España, generan un problema de inseguridad”. Al mismo tiempo, un descendiente ecuatoriano, en un autobús rumbo a Canillejas, asegura que Vox va a acabar con ese problema y que “ya no veremos africanos viviendo en la miseria o del Estado”.
Así de incoherentes somos ciudadanos y migrantes. Con xenofobias ocultas en falsos nacionalismos y carencia de empatía social. Queriendo vivir una sociedad del bienestar pensando solo en sí mismos. Como si restándole oportunidades al otro, fuera más evidente el esfuerzo propio. Y para colmo, los Estados han perfeccionado una ingeniería legal para dificultar el proceso de integración. Han convertido a la migración en un delito y añadido la etiqueta de peligroso. Para el rico las fronteras son de papel y para el pobre solo hay muros. L@s migrantes indocumentados han pasado a ser una clase social. La más baja, la más vulnerable, la marginada.
Mucha competencia donde falta cooperación
“¿Si van a pasar trabajo aquí (España) por qué no mejor se quedan en su país?”. No solo es un comentario recurrente sino de evidente análisis flojo y casi infantil. Para quien esquiva balas, ganarse unas monedas en la mendicidad representa una solución.
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