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Foto del escritorAischa Durand

Adiós a la maternidad virginal y bienvenida a la mujer plena

“No te veo como madre de mis hijos. Ni siquiera sabes cocinar”, “Esto sí que quedó bueno, ya te podemos casar”, “Lo mejor sería que cuidaras a los niños en casa hasta que empiecen el colegio”, “Una buena mujer siempre tiene su casa como taza de té”. Hoy en el día de las madres celebremos todo lo que nuestras progenitoras nos prepararon para la vida y la independencia, al mismo tiempo que despidamos los errados estereotipos que flagelan la imagen de la mujer y perpetúan el sistema patriarcal.

Como cada 10 de mayo, se inundarán las redes sociales de mensajes beatificadores a la maternidad. Una felicitación a la validación de la mujer como esclavas del cuidado, la cocina y del hogar ¿Sigues pensando que el machismo fue cosa del tiempo pasado? Aún individuos del género masculino se dan el tupé de buscar como compañeras a las candidatas más parecidas a sus madres y desechar al resto porque no sirve.


“Las madres son ángeles enviados de Dios para cuidar a los niños”, se dice popularmente. ¿Y dónde están los padres de esas criaturas? Como sociedad se le ha restado la responsabilidad a la paternidad e impuesto una ruda carga a las féminas. Carga que además desconoce la humanidad de las mujeres y las lleva a sufrir una frustración por no dar la talla con los estándares ¿Qué tal si vemos a nuestras madres como seres humanos con sueños, deseos, fantasías y metas? Idealizar menos para aceptar sus imperfecciones y darle la oportunidad de que cumpla un mejor rol con sí misma más que los impuestos. La crianza es un asunto compartido.


En este siglo hay mujeres que sufren porque biológicamente no pueden amamantar o no pueden concebir. Mientras a otras, la sociedad las critica porque aunque puedan engendrar no tienen ganas de hacerlo y las consideran medias mujeres o su eufemismo común: son mujeres incompletas. La transformación social debe ocurrir para hacer al género más pleno y protagonistas de su historia.



Mi madre, en especial, retomó los estudios luego de los treinta con dos hijos y respondió a las recriminaciones por el descuido doméstico con el llamamiento a la responsabilidad paternal. La primera vez que mi padre hizo mercado, llenó el carrito de compras de golosinas y cereales azucarados. De hambre no morimos y había empezado apenas su aprendizaje. Al igual que cada soltero independiente y primerizo que se tiene que valer por sí mismo entre los anaqueles de un supermercado.



Quién lo diría. Entonces el género no es determinante en la necesidad de abastecimiento de una despensa.


En fin, quiero celebrar que mi madre me enseñó que las mujeres son autosuficientes, que es igual a mí y la invaden los mismos miedos. Asimismo, que no necesito ser un diez en labores doméstica porque la casa no tiene género y que no soy menos “buena mujer” porque pida de mi compañero una distribución igualitaria de la carga. Además, pretendo que solo sea la compatibilidad de personalidad lo que decida la suerte de mis relaciones y no viejos modelos desgastados y obsoletos que encasillan al género.

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